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Por qué carallo me hice recruiter (sin ser yo nada de eso)

Publicado el 10 de junio de 2022, por Borja Pérez

Si buscas una respuesta concreta a la pregunta de por qué narices me hice recruiter, spoiler alert, no la vas a encontrar porque a día de hoy yo tampoco la tengo. Lo que sí te puedo ofrecer es una historia, con sus blancos y sus negros, con sus errores y sus aciertos para que tú puedas sacar tus propias conclusiones.

a.m. (antes de manfred)

Para que te hagas una idea general de dónde vengo o qué he hecho con mi vida, voy a intentar resumírtelo al máximo, pero me tengo que remontar a esa etapa escolar en la que todos empezamos a trazar nuestro camino profesional. Llega un punto en el que debemos empezar a tomar decisiones que, si bien no son irreversibles, a esas edades lo parecen.

Yo nunca supe qué quería ser de mayor. Esta indecisión es importante en mi historia, porque me acompaña a día de hoy. Todavía no lo sé, y no sé si eso debería preocuparme. ¿Debería? ¿Tú qué opinas?

De adolescente era el típico empollón, buen chico, peinado con su raya al lado, polo blanco y uniforme, con cara de no haber roto un plato. Sacaba buenas notas. Y parece ser que eso es indicativo de que debes ser médico, ingeniero o abogado. Cualquier otra decisión parece desperdiciar tu «carrera».

¿Por qué me hice recruiter? Foto de Borja de pequeño

Es curioso como muchas veces hablamos de vocación cuando nos referimos al camino profesional que escogemos. Vocación por curar a las personas, vocación por los niños o vocación por la informática. Después de leer a varios profesionales, prefiero pensar que la vocación es una construcción social que tiene más que ver con tu educación temprana o las personas a las que admiras cuando eres pequeño/a, y no tanto algo innato. Yo desde pequeño tuve una vocación clara: quería ser profesor porque admiraba a mis profesores. Me parecían personas increíbles. Pero más tarde descubrí el dibujo y la ilustración, y descubrí que podía impresionar a la gente a través del arte, y mi vocación cambió. Y después pasé por la etapa de querer estudiar derecho.... Y por la de ser periodista...

A mi orientadora profesional del colegio casi le dio un parraque cuando le dije que quería hacer el bachillerato artístico. A ella, que le ilusionaba tanto que hiciese medicina, matemáticas o derecho. Hoy en día, todavía recuerdo su mirada de decepción seguida de otra de orgullo insinuando que me estaba equivocando.

Pues bien, estudié bachillerato artístico, y como tenía dudas sobre la carrera decidí posponerla. Hice un CFGS de ilustración, donde descubrí el diseño, disciplina que acabé estudiando. Hasta aquí todo bien. Pero quiero que entiendas que todas mis decisiones han estado salpicadas de dudas. De si estaba haciendo lo correcto, de si no me estaba equivocando.

Por qué me hice recruiter

Así que, como siempre he sido bastante echado para delante, monté un estudio de diseño con algunos de los mejores compañeros de la carrera. Para mis sorpresa, nos fue bastante bien. Se llamaba Desastre, porque todos lo éramos bastante en lo personal. Pero si tú que me estás leyendo has emprendido alguna vez, recordarás esas jornadas eternas, esa autoexigencia que nunca acaba y esa sensación de no llegar a todo. Pues bien, mientras el estudio fue bien, yo iba tirando con mi ansiedad. Tras la pandemia, con la caída de las cuentas más grandes que llevábamos, no me sentí con fuerzas de volver a levantarlo todo de nuevo. Y lo admito, abandoné. Acabé con la sensación de estar exhausto.

Empecé otra etapa, en uno de mis anteriores clientes, montando una agencia de marketing dentro de su consultora IT. Sin saber nada de marketing más que mi sentido común. Y funcionó bien, pero liderar algo de lo que no te sientes experto hace que se te venga encima el síndrome del impostor. Más jornadas eternas, más autoexigencia que nunca acaba y sensación de no llegar a todo con la calidad que quieres... la receta perfecta para volver a acabar exhausto.

Este es mi historial hasta justo antes de conocer Manfred.

d.m. (después de manfred)

Si te tengo que ser sincero, no recuerdo muy bien cómo acabó la oferta de Scout en mis manos. Mi pareja me habló de Manfred y David Bonilla, investigué un poco y por azares de la vida, conecté en Linkedin con un par de miembros del equipo. Así que creo que vi la oferta en Linkedin en algún momento. Repito, por azares de la vida. Me había hecho perfil de Linkedin tres meses antes, y había conocido a Manfred hacía poco.

Entré en el enlace porque la descripción me parecía atractiva. 100% remoto, horario flexible, buen salario. Espera, ¿he dicho buen salario? Sí, joder, porque el salario estaba puesto en la oferta. Algo que ahora mismo me parece lo más normal en aquel momento casi me vuela los sesos.

Era una oferta chupi guay, me parecía edulcorada, respiraba cosas buenas por todas partes. Algo malo debía de tener. El equipo parecía muy contento y compenetrado, y encima no pedían experiencia o habilidades técnicas concretas más allá de haber llevado algún proceso de hiring. Culturalmente me pareció la leche y a día de hoy no sé qué pasó en mi cabeza para pensar que podía optar al puesto sin tener ni idea de tecnología ni haber estudiado RRHH. Pero lo hice, por una cuestión que a día de hoy me sigue enamorando: la cultura y los valores de Manfred eran y son los mismos que los míos.

Y después se juntó con un momento de reflexión mío. Estaba cansado de trabajar solamente por facturar más. Supongo que a todo el mundo nos llega ese día en el que te levantas por la mañana y piensas: ¿Por qué coño estoy haciendo esto? Pues quería dedicar mi vida a algo con lo que me sintiese realizado, y eso solo podía pasar teniendo impacto en la mejora de la vida de las personas.

Eso sí, apliqué a la oferta con cero expectativas. Era diciembre de 2021. Tampoco soy muy fan de la Navidad, pero bueno, supongo que si esto podía pasar en algún momento, era en ese mes mágico.

GIF navideño

Pasé varias fases del proceso: la redacción de una oferta estilo Manfred, un roleplay algo más técnico en el que pensé que la había cagado y que no me volverían a llamar... Pero sí lo hicieron, y me lo pensé poco o nada, teniendo en cuenta que me iba a enfrentar al vértigo de empezar a trabajar en algo que no había hecho nunca.

«Pero.. ¿Esta gente sabe que yo no he hecho esto en mi vida? ¿Realmente están tan locos? ¿Hay alguien pilotando?» Eso pensaba yo el día que Marta me dijo que querían contar conmigo.

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Me gustaría hacer aquí un impasse, porque no sé si le he agradecido a Marta lo suficiente el proceso de selección. No te puedes hacer a la idea de lo cercano y claro que fue desde el primer momento: desde contarme un problema que había tenido en el momento de antes de empezar, hasta plasmarme sus dudas con mi perfil, pasando por anécdotas, y sin hacerlo incómodo en ningún momento. Me generó la confianza suficiente para dar un salto al vacío. Y no sé si estaría en Manfred sin ella.

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Durante mis entrevistas insistí en una cosa que me parecía surrealista. «El buen rollo que se respira, es real? ¿Dónde está la trampa?». Después de cinco meses, todavía la sigo buscando y empiezo a pensar que no la hay. Para rematar, yo no tenía ni idea de cómo era el sector de recruitment, ni del mercado tecnológico, ni de la cantidad de cosas que se estaban haciendo mal.

Cualquier posición en Manfred ya mola desde el inicio: remoto total, horario flexible (de verdad), sin tener que justificar horas, con objetivos realistas, con formación y equipo para desarrollarte al máximo y con un capitán de barco que tiene las ideas muy claras y trata todo con un sentido común que parece del futuro.

Pero es que si encima el equipo humano es increíble, el buen rollo es real y ayudas a personas con situaciones diversas a dar los siguientes pasos en su trayectoria laboral, desde la comprensión y el estudio de cada caso concreto, pues chica/o, que te voy a decir. A mí este trabajo me ha enamorado.

Y no me gustaría que se trivializase esto, pero yo antes de entrar en Manfred no quería trabajar. Pensaba que si me tocaba el Euromillón dejaría de levantarme todos los días para sentarme frente al ordenador. Trabajar me parecía una esclavitud. Quizá es porque no tenía las condiciones adecuadas ni la libertad suficiente para hacerlo. Porque ahora mismo, si me tocase una decena o más de millones, me pensaría muy mucho si quiero dejar de hacer lo que hago. Porque me gusta y me apasiona.

Por todo lo aprendido

Quizás todo esto es porque realmente mi vocación estaba en ayudar a la gente. En trabajar con un propósito. Me podría poner a contarte anécdotas concretas de las personas a las que he ayudado, aconsejado o escuchado durante el camino, pero no terminaríamos en varias horas y yo no quiero hacer esto tan largo. Pero sí que me gustaría resaltar varias cosas sorprendentes.

  • Las personas no están acostumbradas a que las traten con cercanía, comprensión y empatía en los procesos de selección y me atrevería a decir que en su día a día laboral. Es increíble lo agradecidos que pueden ser los candidatos en un proceso tan solo por hacer de una entrevista una charla distendida en la que se hable con confianza.
  • Conseguir que un/a candidato/a mejore sus condiciones, consiga el puesto de sus sueños o simplemente, pueda pasar más tiempo con su familia, no tiene precio.
  • Trabajar en un ambiente laboral tan sano, a mí personalmente, me ha liberado de muchos miedos. Entré con el síndrome del impostor más bestial que he tenido nunca, con compañeras y compañeros que son unos cracks increíbles y a día de hoy, he podido quitarme el 70% del dichoso síndrome.

Yo no sabía que este trabajo me iba a calar tanto. Después de haber vivido con tantas dudas todas y cada de una de mis decisiones profesionales, supongo que podría haberme equivocado. Pero me parece una de las cosas más sanas en la vida: equivocarse y aprender. Está muy infravalorado el derecho a fracasar, a cambiar o a arrepentirse. Pero acerté. ¡Y vaya si lo hice!

No sé cuánto de largo será mi camino CON Manfred, lo que sí sé es que he aprendido mucho (y lo que me queda), con el mejor equipo con el que he trabajado nunca y disfrutándolo mucho. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz, no te voy a mentir.

GIF de baile feliz

Y me gustaría concluir con algo que para mí es una enseñanza vital. Tener dudas es normal. Tener dudas es sano. No hacerlo te convierte en alguien irracional. Por lo que si estás leyendo esto y te encuentras pensando qué vas a estudiar, o piensas si te quieres dedicar a algo pero no lo tienes claro, o crees que vale la pena seguir en tu trabajo a disgusto porque “más vale malo conocido que peor por conocer”, quiero que recuerdes que todas mis decisiones han estado salpicadas de dudas. De si estaba haciendo lo correcto, de si no me estaba equivocando. Y a día de hoy, no me arrepiento de ninguna. Y sobre todo, después de trabajar en Manfred. Porque la vida es demasiado corta para tener un trabajo de mierda.

Si quieres conocer más a fondo mi trayectoria, qué hago en mi día a día como scout, cómo es trabajar en Manfred o tienes las mismas dudas que yo tuve, me gustaría que, con toda la sinvergüenza del mundo, me escribieses un mail para que podamos charlar.

Publicado el 10 de junio de 2022, por Borja Pérez
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